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A menudo nos obcecamos en ir tras la abundancia. Dígase abundancia en todos los planos no solamente en el plano económico. Mil talleres, mil rituales, velas, cursos y un largo etcétera.
Llega un momento, que debido a todos estos esfuerzos, o simplemente por cosas de la vida, llega esta abundancia en todos los niveles. Pero conforme llega un día por arte de magia desaparece. Durante ese corto lapsus de tiempo, a mí, por lo menos (que soy el que hace esta reflexión) se me pasa por la cabeza ese absurdo decreto grabado de … ¿soy merecedor de todo esto? ¿Puedo tenerlo todo en la vida? ¿Es un agravio comparativo para los que viven en carencia? Total que por unas cosas u otras, me doy cuenta de que no soy digno merecedor de esta abundancia. Ya sea por programa en el inconsciente, por patrones educacionales, valores familiares, etc.
La base de toda abundancia es el merecimiento. Y debe de quedar bien claro que nos merecemos todo lo mejor. Que ni somos responsables de las carencias de terceros. Somos simples responsables de nuestra abundancia pero sobretodo de nuestro merecimiento.
Y trabajar arduamente en este merecimiento, y en el entramado que dificulta su plenitud en nuestra vida. Es ese el primer paso que debemos tomar con conciencia, ver en que nos limitamos a la hora de merecer.
Porque el que se cree merecedor de todo, es un imán puro de abundancia.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]