[vc_row][vc_column][vc_column_text]
Nunca he estado tan muerto en vida que en las ocasiones en las que he cerrado mi corazón a cal y canto.
De todas, esa ha sido la verdadera prisión que me ha privado de la vida y la libertad.
Cuando por obra y gracia del desamor, todo se tiñó de deseperanza y desilusión.
Pero pronto aprendí a no cerrarme en banda a todo lo que me podía llegar, a todo lo que la vida tenía preparado para mi.
Y era mucho lo que me albergaba, pero ella sólo necesitaba mi «Sí, quiero».
Volviendo a confiar, fe ciega en lo venidero, en la vida, en el amor.
Y así empecé a vivir a corazón descubierto, abierto de par en par cual ventanal mañanero.
Abierto a la vida…aunque a veces duela.
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]